martes, 30 de septiembre de 2008

Nuestro cine “independiente” nacional


No es fácil ser parte del cine independiente nacional. La mayoría de los profesionales que trabajan en el ambiente tienen que tener otros empleos para poder mantenerse. Además, es difícil conseguir subsidios y es un ambiente donde los sueldos son nulos o insuficientes.
Sin embargo, la producción independiente es una oportunidad para ganar reconocimiento. Por ejemplo, Andrés “Pepe” Estrada (27), se recibió de Director Cinematográfico en 2001 en la FUC (Universidad del Cine) y, desde entonces, muchas de sus producciones fueron ganadoras en festivales.

Se define así mismo como freelance. Acaba de terminar de editar un documental de Pablo Trapero, director de La Bonaerense. Participó en gran cantidad de cortos: Mi primera salida (2005), Yakuza (2002), Felipe (2002), entre otros. También trabajó en largometrajes como Judíos en el espacio (2005), El amor (primera parte) (2004), Equilátero (2002), etc. Aunque realizó distintas funciones, lo que más le gusta es la dirección, el montaje y la dirección de sonido. “La película se escribe tres veces, cuando se escribe el guión, cuando se dirige y es interpretado por los actores, y cuando se monta. El montaje puede cambiar completamente la historia y es el última instancia de la cadena, por eso me gusta más”.
Actualmente, trabaja con publicidad y comunicación corporativa, que es lo que le deja plata y tiempo para dedicarse a proyectos que lo lleven hacia donde él quiere. Por ejemplo, en el verano va a filmar un largometraje sobre 3 historias de amor. La dirección y su costo, 6 mil pesos, la asumirá él. Todavía está todo muy verde pero ya está buscando actores a los que les interese participar.
En relación al cine independiente, “Pepe” sostiene que en el país, esa distinción es prácticamente inexistente. Esas diferencias pueden observarse en Estados Unidos porque hay grandes estudios cinematográficos que producen películas con presupuestos millonarios. “Acá eso no se da mucho, salvo en las producciones que son claramente para la venta, como Isidoro o las de Guillermo Franchela, donde se invierte mucha plata, por la cantidad de espectadores que atrae o porque recibe favores del Instituto. Me atrevería a decir que en Argentina, la diferencia entre cine independiente y no independiente, está en su relación con los monstruos de la televisión, como Cuatro Cabezas o Ideas del Sur; son muchas las ideas que surgen del éxito televisivo de algunas cosas”.
Se puede hacer cine dentro o por fuera del Instituto (INCAA, Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales). “Realizarlo por adentro significa recibir subsidio, el cual puede representar el 75 por ciento de los costos de la película”, dice el director. Si se hace por afuera, sería lo que se denomina cine independiente. El problema con esta última opción es que para que se estrene la película en salas de cine, tiene que clasificar dentro del Instituto, lo cual implica tener que cumplir ciertos requisitos, como por ejemplo, que todos los que participaron, hayan cobrado un sueldo. “A veces la única forma de hacer una producción es definiendo que si no gana la película, no gana la gente”.
Por otro lado, Estrada habla de una tendencia “anti-instituto”. La productora El Pampero de Mariano Llinás, asegura que se puede construir un circuito alternativo y que no vale la pena gastar millonadas para hacer una película. Pero “es un esquema que no puede repetirse indefinidamente porque nadie puede vivir de eso”.
Aunque no puede vivir del cine, en publicidad trabaja con imágenes –que es lo que le gusta- y además le queda tiempo libre y dinero para poder invertir en producciones cinematográficas. El cine independiente, no es para enriquecerse, sino para ganarse el reconocimiento del ambiente.
Por: Luciana Massaferro

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