Los cines de barrio tuvieron su auge entre 1930 y fines de los 60 y formaban parte de la vida de los vecinos. Pero la aparición de las grandes cadenas y las nuevas formas de entretenimiento los condenaron al olvido. A pesar de que la mayoría de estas viejas salas fueron ocupadas por farmacias e iglesias evangélicas, existe una sala llamada San Pedro que sigue funcionando en el barrio porteño de Monte Castro.
Es la única sala barrial en funcionamiento de mantenimiento privado. En 2003, luego de permanecer cerrada durante 13 años, reabrió sus puertas al público. Aunque se encuentra en un edificio perteneciente al Instituto San Pedro, el encargado de su funcionamiento, cuentas y gastos, es un grupo de cinco vecinos que formaron una asociación de capital y trabajo.
El cine tiene equipos de 1940 que fueron restaurados. Posee capacidad para 300 personas y una pantalla de 10x5 metros que se levanta como el portón de un garaje para convertir el lugar en una sala de teatro. Es la única sala argentina que utiliza proyectores que se alimentan a carbón con varas importadas de los Estados Unidos. A pesar de que la calidad es la misma, este equipamiento exige estar pendiente de manera constante.
Para publicitar la programación, reparten 20 mil volantes por semana, colocan afiches en los comercios y envian mails a los vecinos que dejan sus datos.
Según Ariel, miembro de la cooperativa que maneja la sala, la reapertura del cine fue muy positiva para el barrio: "los vecinos no necesitan perder una hora de viaje en colectivo para ver una película. Los más beneficiados son los abuelos porque son ajenos al universo del shopping y muchos de ellos habían dejado de ir al cine".
Por: Luciana Massaferro
lunes, 29 de septiembre de 2008
Cines de barrio
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