lunes, 22 de septiembre de 2008

Entre el cine y la revolución

El séptimo arte es, quién lo puede dudar, un medio de propaganda política muy poderoso. Pocos fueron los directores que hicieron uso de esta particularidad para embarcarse en la crítica y la denuncia. Muchos menos traspasaron los límites propios del artista y bregaron por un cine revolucionario, de claro mensaje político.
Uno de ellos fue el soviético Sergéi Eisenstein, partícipe del Ejército Rojo que, tras la Revolución de Octubre de 1917, ofreció su visión estética del mundo a través del cine. La organización y la unión en la lucha son el baluarte de sus películas. Sus narrativas evitan el individualismo y se dirigen a cuestiones sociales de fondo, donde el papel protagónico lo tiene generalmente la clase obrera o, en su defecto, algún sujeto colectivo. Autor de El acorazado Potemkin, La huelga y Octubre (entre otras), Eisenstein es además uno de los mayores teóricos en materia cinematográfica: su manejo de la edición y la creación del montaje fílmico lo convierten en un director citado en revistas especializadas.
En la actualidad, la temática socialista es revitalizada por Ken Loach, militante trotskista de nacionalidad inglesa, autor de películas como Tierra y Libertad, El viento que acaricia el prado y Riff Raff. La bronca, el inconformismo social y la persistente crítica a la burguesía sobresalen en su obra, plagada de toques de humor e ironía. Loach incursionó además en televisión; durante los ´60 y ´70 alcanzó su cénit, no sin sufrir varias censuras. A diferencia de Eisenstein, sus films tienen protagonistas, aunque claramente influenciados por la clase a la que pertenecen. Los avatares por los que atraviesan hacen a la sociedad responsable última de sus fracasos y decepciones. En este sentido, aun cuando no siempre se ocupa de procesos revolucionarios, Loach es un claro expositor de la lucha de clases en el arte.
Si de películas se trata, debemos mencionar algunos ejemplos famosos. La clase obrera va al paraíso (1972), de Elio Petri, narra la vida de un obrero de fábrica que se rebela de su vida convencional tras un accidente laboral. La Patagonia rebelde (1974), basada en el libro homónimo de Osvaldo Bayer y dirigida por Héctor Olivera, cuenta con un rigor histórico formidable las huelgas obreras patagónicas de 1921. Conviene detenerse en V de venganza (2005), adaptación de los hermanos Wachowsky de un comic proanarquista, que causó gran revuelo en su momento. En el marco de una sociedad fascista del futuro, un superhéroe político apela en un principio a la violencia en un sentido de venganza personal. Más tarde, reconoce las críticas de su compañera y cree necesaria una acción conjunta. No se puede negar en V de venganza el efecto justificador del derecho a la rebelión y a la acción directa. Le falta, indudablemente, un programa y una organización colectivos. Finalmente, Rojos (1981), de Warren Beatty, relata la vida de John Reed, reportero que se convirtió en el único estadounidense enterrado en el Kremlin. Las desaveniencias que se producen entre el amor y la convicción política son retratadas con todo su esplendor aquí. Pero fundamentalmente Rojos nos enseña que el periodista puede estar comprometido con el tiempo que le toca vivir, no en forma pasiva, sino interviniendo activamente en el desarrollo de la historia.
*Martín Hermida*

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