Como ya comentamos en una oportunidad, el cine es un medio de difusión política muy fuerte. No hay mejor ejemplo de ello que la industria cinematográfica norteamericana, uno de los más poderosos aparatos político-ideológicos del planeta. En este sentido, Hollywood ha operado consecuentemente con la construcción de la hegemonía estadounidense.
La loba (The little foxes, 1941), dirigida por William Wyler y basada en la obra de teatro de Lillian Hellman, es un eslabón de esta cadena. Este drama histórico tiene una mirada hacia el pasado que justifica las acciones del presente en forma activa.
La acción tiene lugar en 1900, en una localidad del sur de EE.UU., donde tres hermanos intentan montar una planta de algodón en colaboración con un ejecutivo de Chicago. El director intenta retratar así a la emergente burguesía local y el ocaso de la aristocracia terrateniente.
Pero al mismo tiempo, Wyler plantea una crítica al egoísmo y la codicia de estos personajes, que generarán efectos contraproducentes en su relación familiar. Alexandra, la más joven de la estirpe, es la figura inocente y bondadosa que decide rebelarse contra ese estilo de vida, donde la ambición prima sobre los sentimientos.
Sin embargo, la película en ningún caso se plantea una crítica al sistema capitalista, sino que está al servicio del estado norteamericano. El New Deal promete resolver las mismas cuestiones que son puestas en el tapete por el film.
De este modo, La loba es una denuncia social, un alegato contra la burguesía inescrupulosa, pero en un momento concreto de la historia de los Estados Unidos. Este cuestionamiento no está aislado: se inserta en una época caracterizada por una ruptura ética en la sociedad.
La loba (The little foxes, 1941), dirigida por William Wyler y basada en la obra de teatro de Lillian Hellman, es un eslabón de esta cadena. Este drama histórico tiene una mirada hacia el pasado que justifica las acciones del presente en forma activa.
La acción tiene lugar en 1900, en una localidad del sur de EE.UU., donde tres hermanos intentan montar una planta de algodón en colaboración con un ejecutivo de Chicago. El director intenta retratar así a la emergente burguesía local y el ocaso de la aristocracia terrateniente.
Pero al mismo tiempo, Wyler plantea una crítica al egoísmo y la codicia de estos personajes, que generarán efectos contraproducentes en su relación familiar. Alexandra, la más joven de la estirpe, es la figura inocente y bondadosa que decide rebelarse contra ese estilo de vida, donde la ambición prima sobre los sentimientos.
Sin embargo, la película en ningún caso se plantea una crítica al sistema capitalista, sino que está al servicio del estado norteamericano. El New Deal promete resolver las mismas cuestiones que son puestas en el tapete por el film.
De este modo, La loba es una denuncia social, un alegato contra la burguesía inescrupulosa, pero en un momento concreto de la historia de los Estados Unidos. Este cuestionamiento no está aislado: se inserta en una época caracterizada por una ruptura ética en la sociedad.
Para quienes buscan en el cine algo más que entretenimiento, la película puede resultar reveladora. No sólo por el contenido del que ya hablamos, sino por la estética teatral que conserva incólume al paso del tiempo. Amantes de la superficialidad, abstenerse.
*Martín Hermida*
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