La historia detrás de un juego
Licenciado en Sistemas, este hombre de 60 años encontró su pasión por una tradición familiar. Corría el año 1965 cuando su tía, Blanca Lila Orzábal, visitó una quinta, invitada por su amigo Roberto Noble, ex dueño de Clarín. En un rapto de lucidez, lo felicitó por el diario, pero le dijo que el crucigrama era aburrido. Noble la desafió: "Inventá algo para reemplazarlo". Ella aceptó y ese mismo día concibió la Claringrilla.
Como el trabajo inicial fue más arduo del que imaginaba, Blanca delegó parte de su tarea a su hermana, la madre de Helman. En aquellos días, el juego se hacía de forma completamente artesanal, ya que no existían las computadoras personales. "En 1998 murió mi tía y a partir de ahí empecé a hacer su parte, mientras mi mamá seguía con lo suyo. En el 2000 tomé la responsabilidad total cuando ella falleció", continúa.
En ese año, Helman comenzó a ver que el lápiz y papel como herramienta de trabajo ya quedaba fuera de época. Hasta ese entonces, se usaba un borrador para confeccionar una primera versión, luego se asentaba el crucigrama definitivo en un cuaderno y finalmente se tipeaba en una máquina de escribir con original y copia en papel carbónico. “El único avance a lo largo de los años fue el liquid paper”, bromea. Pero el auge de las computadoras hacía fundamental un cambio de perspectiva y por eso Helman comenzó a desarrollar su conocimiento en informática. “Al principio costaba mucho y hasta se hacía engorroso, pero con el tiempo bajé el tiempo de elaboración de la Claringrilla a 6 horas”, señala quien en un principio contaba con dos colaboradores para asesorarlo en esta labor.
A partir de allí, uno de los mayores desafíos fue asegurar que su trabajo no perdiera la calidez y humanidad que sólo un producto artesanal puede brindar. “Creo que si mantenés la esencia, la dificultad y la calidad del entretenimiento, el lector siempre te da la seguridad de que el trabajo que hacés valió la pena”, asegura.
Hoy en día, la Claringrilla posee la fusión perfecta entre el trabajo humano y el informático. “La PC no reemplaza el trabajo, pero lo acelera”, señala Helman, quien para hacer la Claringrilla tiene una base de datos de 30 mil palabras, de entre 3 y 9 letras. Todas aparecieron aproximadamente una vez al año, durante los 44 que lleva la sección en el diario. No se usa nuevamente el mismo vocablo a menos que hayan pasado seis meses como mínimo. Con respecto a las frases –entre 37 y 42 letras- que premian el crucigrama, Helman es también quien las elige, al principio de cada mes. Nunca se repite un mismo autor ni se aborda un tema idéntico dos días seguidos. La exigencia es alta; quien intente resolverlo debe saber que es fundamental la práctica. Helman dice que es “una técnica”. “La persona que lo hace todos los días lo termina siempre completo”, concluye.
El lector
Sin duda, uno de los mayores acicates para que la Claringrilla se hiciera conocida a niveles antes impensados ocurrió en 1991. En aquel año, comenzó a salir también los domingos. “La cantidad de correos que nos llegaban aumentó sideralmente”, agrega. Con el tiempo, esta sección del diario se hizo más conocida, por lo que Helman empezó a reclamarle a Clarín que publicara en la contratapa que el trabajo lo hacía él. Así se generó una fricción que continúa hasta hoy en día. “Tengo todas las de perder”, sentencia.
Este inconveniente afectó en adelante lo que había sido su salto a la fama: la relación con el lector. “Recibo pocos llamados al mes porque en Clarín me siguen manteniendo en el anonimato”, afirma. De todas formas, le sobra las anécdotas de este tipo. “El otro día me llamó un señor de 85 años que resolvió la Claringrilla toda la vida. Me felicitó y quedamos para encontrarnos esa misma semana en un bar, lo que finalmente sucedió”, señala. Además, gracias a su trabajo tiene la amistad de China Zorrilla y de Mirtha Legrand, quienes aseguran que este popular crucigrama ayuda a mantener “la cabeza fresca”.
Quizá Helman desconozca hasta qué punto llega la pasión de la gente. El juego ya tiene un lugar en Facebook. Una señora relata allí su experiencia: “Hace más de 25 años que lo hago todos los días. Soy fan total”.
*Martín Hermida*
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